Cocinitas: ¿Un juego sexista?

08/04/2018
  • Con frecuencia he escuchado a muchos padres y madres negarse a comprar una cocinita de juguete porque es un "juego sexista". Es verdad que habitualmente -sobre todo en las grandes cadenas y jugueterías más comerciales- asocian las cocinitas a la tan horrorosa "sección de juguetes para niñas" (¡Uff! que enfado me da esa etiqueta).

    Pero en todo caso, lo que también es cierto y así lo hago saber con cariño a las familias, es que el juguete en sí mismo, como objeto, no debiera adherirse, sin más al género. Un juguete no es para niños o para niñas, es sencillamente para jugar. En este sentido, debemos partir de la premisa de que el género es una construcción social. Es siempre un aporte -mejor o peor según el cómo-  de la mirada y el discurso del otro adulto que lo juzga o prejuzga frente a l@s pequeñ@s. Por lo que, si nuestra mirada no implica una carga o sesgo de género ¿por qué ha de tenerlo el juguete o el juego?. 

    En Kamchatka siempre hemos cuidado que la mayoría de los implementos, comiditas, accesorios e incluso las cocinas no posean ningún rasgo de los que habitualmente atribuimos al género  (estética, detalles o color, por ejemplo) porque estamos convencidos de que el jugar a las cocinitas tiene muchas más cosas positivas que muchos de los otros juegos de rol y que ha sido en ocasiones mal interpretado su aporte en el acto lúdico. Es por ello que hemos escrito este post, para contarles las razones por las que, en Kamchatka, adoramos el juego sempiterno de las cocinitas y así, ayudar a desmontar algunos mitos.
  • Jugar a las cocinitas ¿Un juego sexista? | Blog Kamchatkatoys
    Jugar a las cocinitas ¿Un juego sexista? | Blog Kamchatkatoys

  • Ya puestos en materia, les enumeramos algunos argumentos por los que sostenemos que tanto niños como niñas deben jugar a las cocinitas. Esperamos que luego de leerlas, podamos seguir reflexionando juntos.

    • Los niños y niñas pueden descubrir el placer de cocinar (y comer): La cocina es un disfrute. En nuestra casa, por ejemplo, cocinar y comer es un acto feliz. Divertido y de encuentro. Cada fin de semana hacemos un plato o postre especial y nos sentamos todos a la mesa como si fuera una celebración, como no tenemos el tiempo que quisiéramos durante la semana, intentamos que el fin de semana sea esa oportunidad para crear recetas con mimo y que requieran más tiempo del que solemos tener entre semana.
    • Estimulan su imaginación al pretender la preparación de la "sopa" o  esos "suculentos platillos" que nos ofrecen o mientras abren y cierran la tapa para comprobar si la sopa ya está hirviendo o no. Es un acto imaginativo ese sorbo para comprobar su sabor, y la clara de gusto -o disgusto- posterior. El juego imaginativo es sin más un acto de creación que desarrolla el lenguaje y alimenta su capacidad creativa. El juego simbólico y de imitación replica un mundo interior que, mientras juegan, enriquecen con cada situación imaginada. De modo que esto es una verdad como una catedral: Jugar a las cocinitas desarrolla su creatividad e imaginación.
    • ¡Habilidades sociales al poder! porque piensan y descubren nuevas formas de jugar para adaptarse a sí mismos y a los otros con los que juegan. No siempre ponerse de acuerdo es sencillo. Habrá que renunciar a algunas ideas propias para aceptar las del otro con quien/es jugamos o modificar las nuestras para alcanzar consenso. El juego imaginativo, y el de las cocinitas entre ellos, favorece estas destrezas pues potencia las habilidades sociales, co-existir, aprender a esperar, el respeto al otro en una relación entre iguales. ¿O es que acaso preparar un menú, pensar en cómo emplatarlo u ofrecerlo a sus comensales no implica negociaciones?
    • Se desarrolla y estimula el lenguaje y sus habilidades comunicativas: contar una receta y su preparación, ofrecerlo, ir a "la compra" y pedir nuestros ingredientes, describir elaboración, todo eso obliga a crear un discurso o relato que complementa y da sentido a nuestro juego. Durante el juego, usan los productos como un medio para contar historias y hacer(se) preguntas. No desperdicies ese momento, empléalo para estimular a los niños a hablar sobre sus gustos, deseos, preferencias y dar sus opiniones.
    • Favorece la socialización y la interacción afectiva entre los padres y el niño o los propios niños entre iguales. Además de ser una oportunidad única para hablar sobre roles sociales, desmontar prejuicios o etiquetas que pueden devenir del intercambio en otros momentos de interacción social (el patio del cole, el parque, conversaciones entre pares, o la escucha de conversaciones entre otros adultos). Cualquier momento es útil para conversar con ellos y abordar situaciones que de otro modo sería más complicado. Observarles jugar, escuchar lo que dicen entre ellos o nos dicen a nosotros, nos da pistas nada despreciables sobre sus fantasías e inquietudes. Recordemos que el juego es uno de los actos más serios y comprometidos de la infancia. 
    • Facilita el aprendizaje de hábitos en la mesa y la etiqueta social. Podemos abordar normas de comportamiento cuando nos sentamos a la mesa, hábitos de higiene (lavarse las manos antes de cocinar o comer, así como sujetarse el cabello o usar gorro), pero también da pie para hablar sobre hábitos de alimentación saludable. La importancia de algunos alimentos frente al consumo de otros menos sanos e incluso sobre los distintos tipos de alimentos y su conveniencia o no en el consumo cotidiano.

  • En todas las casas hay una cocina, es lógico que forme parte de uno de los primeros juegos de imitación de cualquier niño o niña. Pensemos además que la mayoría de los eventos familiares, de unión y cercanía, se sitúan alrededor de una mesa. La cocina: sus olores y recuerdos, están más cercanas a una experiencia afectiva de gran valor famliar que cualquier otro juego simbólico. No dejemos que todo esto pierda vigencia y valor, porque les estaríamos privando de un juego estupendo, creador y sobre todo, muy divertido.

    Como ven, jugar con la comida y con las cocinitas puede ser tan divertido como educativo, no tiene por qué ser desvirtuado como un juego sexista pues estaríamos restando una oportunidad única, para desmontar roles desiguales y ¡mejor! poder conversar sobre ello.

    El género es una añadidura que volcamos culturalmente sobre los juegos, lo que también quiere decir que, quitarlo, nos compete e implica directamente como padres y madres. Aprovechemos esos instantes para crear y transmitir a nuestr@s hij@s mensajes de igualdad, cooperación y compromiso. 

    ¡Hasta la próxima!

Jugando aprendo


Doctora en Psicología por la UAM. Madre de dos hijos y una enamorada del juego. Ha dedicado más de 20 años al tema de la infancia y al estudio del vínculo entre juego y desarrollo emocional y cognitivo. Colaboradora en el Blog Papel Picado con la columna Alfareros de Papel.

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